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Investigación

Reflexión sobre la diversidad como propuesta metodológica-conceptual

Yesica Andrea Bedoya Gonzalez
Historiadora, Espec. en Pedagogía, Magíster en Historia y Diploma de Estudios Avanzados en América Latina y el Caribe

Reflexión sobre la diversidad como propuesta metodológica-conceptual para el análisis de la relación entre Estado-sociedad civil: el caso de los movimientos de mujeres en el Caribe colombiano

Presentación

La lógica con la que hemos crecido en América Latina ha estado, en su mayor parte, basada en las experiencias europeas y estadounidenses, las cuales se fundan en cánones jerárquicos distinguidos por el poder, el status social, el lugar de origen y la cultura que, a la luz de la globalización, podría llamarse categorización social basada en la cultura y la nacionalidad, en su intento de resolver los problemas derivados de las diferencias culturales o nacionales. La categorización puede ser un proceso de demostración de poder.

Bowker y Star (2000) señalan aspectos epistemológicos, políticos y éticos en los procesos de construcción de sistemas de clasificación. Quienes determinan las categorías tienen el poder de definir la norma (¿qué se cuenta como diferencia, en relación con qué?). Tienen el poder de decidir qué atributos de diferencia deben categorizarse (ver también Marfelt y Muhr, 2016). La importancia dada a los atributos está influenciada por lo que el individuo que crea la categoría percibe como una distinción importante. La distinción atribuida está fuertemente influenciada por la percepción de la diferencia y la creencia de que la diferencia es notable (Harrison y Klein, 2007). De esta manera, esta permite, desde un enfoque de la dependencia y centralización del poder, verse como una herramienta para ‘suavizar’ los encuentros comerciales interculturales. En sentido, la diversidad es vista como un problema moral, que se basa en la suposición de que los individuos de ciertas categorías están en desventaja en comparación con otros. Esta lógica permite identificar a las sociedades civiles no representadas, para fortalecer sus opiniones en las organizaciones y la sociedad.

Por lo que, como historiadora considero que, basada en el análisis de la doctora Savoia y el doctor Illmer desde Gramsci (1999) y Zavaleta (2009), el uso de la historia como política para el análisis de una época, a través del reconocimiento de las ideologías económicas y políticas, permite al investigador de las ciencias sociales comprender todas las esferas que componen al ser social que, a la vez, es político y económico, pero que también es diverso, es único, es plural y singular. Es decir, considero que para comprender la historicidad de una época es importante sumar a esta ecuación entre Estado-sociedad civil, la categoría de diversidad como un punto clave para observar las diferentes formas de vida que componen a los sujetos, y las posibles gestaciones de crisis orgánicas en el tiempo, o lo que Gramsci (1999) llama como revoluciones pasivas, que permiten un punto de partida para la teoría crítica.

Siguiendo esta propuesta, es pertinente insertar a la categoría de diversidad como una herramienta analítica para comprender y explicar los efectos simultáneos e interactivos de diferentes factores en un espacio y tiempo específicos, donde se pueda observar las formas en que el privilegio y la opresión se constituyen conjuntamente en el nivel del sujeto en su relación con la sociedad política y el Estado. Esto permitiría un enfoque en el análisis de categorías sociales en múltiples ejes en lugar de tratar con categorías únicas, donde no sólo se enfatiza la multiplicidad de categorías en el análisis de la diversidad, sino también su naturaleza simultánea y entrelazada.

Esta agrega complejidad y explicaciones más detallados a los análisis históricos como, por ejemplo, el análisis de De Sierra (2017) o de Pereira (2022) sobre América Latina, quienes desde el ojo de la diversidad, hacen un análisis socio histórico que a través de los años que los lleva a determinar que si bien existen aspectos comunes entre estos países debido a que comparten parte de su historia ya que son resultados de procesos coloniales y poco a poco experimentan la maduración de sus ideas políticas y sociales, también es importante reconocer, mediante de este análisis, que América Latina tiene múltiples contrastes y diferencias tanto territoriales, como históricas, y culturales, donde nos estamos abriendo a priorizar nuestras ideas y sentires, permitiendo entonces la producción de nuevo conocimiento generado desde nosotros y para nosotros, haciendo uso de nuestra propias herramientas metodológicas “para dar cuenta de la compleja realidad social emergente de nuestro continente, tema que recupera la rica tradición de pensamiento autónomo y crítico de las ciencias sociales” (Piovani, 2011, p.6), para conocernos y conocer nuestra historia como americanos del Sur, lográndonos interpretar como una diversa unidad histórica, política y social, más que cultural o religiosa.

El caso de los movimientos de mujeres el Caribe colombiano

En el marco de las relaciones sociales políticos y civiles en el Caribe colombiano, las cuales han estado ligadas a las representaciones sobre todo de la elite de esta región que poco a poco se han ido abriendo y ampliando en la acogido de otros actores políticos que comienzan a reconocerse y a ser reconocidos en el mundo de las identidades políticas, es decir las masas; es importante tener en cuenta que el uso de la diversidad como parte del método histórico-político de enfoque crítico sirve como categoría de desglose analítico, en este caso para comprender las relaciones sociopolíticas de los movimientos de mujeres en el Caribe colombiano, especialmente en ciudades como Barranquilla, al norte de Colombia, donde resido. De esta manera, al aplicar esta nueva ecuación, la diversidad me permitió observar la múltiple composición de estos movimientos, en relación con la insatisfacción de sus derechos, adentrándome en todas la capas y subcapas que los contienen, problematizándolas como sujetos políticos.

Estos movimientos de mujeres tienen una larga historia que se componen de procesos que, según Suarez (2014), comienzan con las luchas por derechos civiles y laborales a través de la Sociedad de Obreras de Redención de la Mujer; luego a partir de la década de los setenta comienza a luchar por ser reconocidas como sujetos válidos para la titulación de tierra, hasta principios de los años noventa cuando con la Constitución de 1991 y la Ley 70 de 1993 se dio reconocimiento a este. Posteriormente, surgieron movimientos de mujeres como resultado de violencias sistematizadas de carácter estatal, militar y civil durante las últimas décadas del siglo XX en Colombia. Durante este periodo, “cansadas de los impactos generados por la guerra en sus vidas, las mujeres fortalecieron su capacidad de organización y resistencia” (p.55). Convocaron jornadas de protesta y movilización; promovieron la formación de grupos de solidaridad con las víctimas de la violencia, denunciaron los ataques contra la población civil e impulsaron proyectos alternativos para el mejoramiento de las condiciones de vida de la población.

Estas ideas fueron bifurcándose y dando cabida a la diversidad de expresiones, por lo que desde el año 2005 hasta la actualidad, estos movimientos de mujeres han desarrollado diversos enfoques de acción, algunos a través de la Ruta Pacífica de las Mujeres por la Paz, Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz (IMP), que nace debido a la violencia sufrida por parte de las mujeres en Colombia debido a las consecuencias del conflicto armado, como una respuesta a la reparación y memoria de las víctimas, con una apuesta pacifista, antimilitarista y feminista. Otro enfoque se relaciona con las mujeres campesinas quienes han conformado la Red de Organizaciones Sociales de Mujeres Comunales y Comunitarias ROSMUC, la Liga de Mujeres Desplazadas de Bolívar, Fuerza de Mujeres Wayúu, y finalmente Mujeres Tejiendo Paz MUNSURAT (Jiménez, 2013, p.61). De esta manera, comenzaron la construcción de su tejido organizativo como lo muestra la creación de diversas agrupaciones, tales como la Red de Mujeres de la Región Caribe, el Foro “Organización y Participación de la Mujer Atlánticense” y la Red de Mujeres de la Costa Caribe (Solano, 2007). Así mismo:
La participación de las mujeres en el proceso de regionalización se dio desde dos vertientes, la de las mujeres que se involucraron en el mismo como técnicas o representando intereses de su respectivo sector social, que estuvieron en el SIPUR y en todos los foros; y las mujeres que desde su movimiento social, organizadas en la Red Regional de Mujeres, llegaron a plantear las concepciones feministas de equidad y empoderamiento para las mujeres y para el resto de sectores sociales excluidos, haciéndose presentes en los sexto y séptimo foros (p.88).

En este sentido, se observa que la diversidad de estas posturas además no es acabada, pues su participación no ha garantizado que se les sean reconocidos sus derechos e intereses individuales y comunes, por lo que considero que en esta ciudad cada vez más se gesta una revolución pasiva de mujeres que se están tomando las universidades, puestos de trabajo y nuevos roles en esta parte de Colombia, sobre todo como emprendedoras y empresarias que buscan desligarse del modelo tradicional de mujeres, buscando “desafiar la normalidad imperante, el sistema heteropatriarcal, racista y capitalista de la modernidad eurocentrada que destruye la vida” (Escobar, 2020). Es por esto, que el uso de las ecuaciones como el Estado-sociedad civil-diversidad, como método de reconstrucción socio histórica, desde mi perspectiva, puede ser en cualquier espacio y tiempo, especialmente en América Latina para analizar las cambiantes formas de dominio o conformidad entre el Estado y la sociedad civil. Además, de que permite entrever la relación entre la estructura y la superestructura en momentos de coyuntura y en procesos de que se interrumpen, donde se debe reconocer la diversidad de los sujetos y sus demandas, especialmente desde las expresiones contemporáneas de violencia.

Conclusiones

En la actualidad, como investigadores sociales estamos en las necesidades de observarnos y comprender quienes somos, pues hemos estado durante mucho años observando hacia afuera. Es por esto que considero que el uso de la diversidad permite, desde cualquier ámbito, darnos las herramientas para desarrollar un pensamiento crítico en esta parte del Sur global, reflexionando desde la crítica analítica sobre las formas de dominación colonial presentes en nuestra cotidianidad y que están constantemente dispuestas para ser erradicadas, sólo que no nos hemos tomado el tiempo de accionar colectivamente.
Así mismo, el compromiso recíproco puede crecer a partir de este espacio y crear un cambio hacia una cultura que no requiera un líder o titular de poder para generar espacio activamente, sino una cultura en la que ese espacio sea una característica central. El papel del poder en la creación de un cambio de transición es más importante en lugares resistentes a este cambio. No se puede construir una cultura basada en la diversidad sobre una cultura antigua caracterizada por la exclusión. Debe surgir de una base sólida que incluya «desaprender» y «deshacer» tanto como requiera «hacer”.

Por lo que, está construida intencionalmente con un enfoque particular en el compromiso recíproco, tiene el poder de transformar y crear un cambio profundo y duradero. Tiene el poder de transformarnos como individuos cuando nos abrimos a otras ideas y formas de pensar y de transformar las instituciones sociales y políticas de las que formamos parte. Actualizar estos beneficios requiere cambiar el paradigma de que la diversidad precede o conduce a la inclusión y reconocer que la inclusión está en el centro de la construcción de la diversidad. Es la inclusión dentro de la diversidad lo que genera innovación y descubrimiento.

Referencias

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