Subalternidad en los procesos sociales de la historia Un ensayo desde las mujeres negras
Al ingresar al seminario, la perspectiva que presentaba acerca de los movimientos sociales tenía una perspectiva distinta de estos, pues los veía como algo generalizado que tenían propósitos movidos por pasiones y sentires, a partir de este mi concepción cambio y se convirtió en algo mas concreto, descubrí sus verdaderas intensiones las cuales están enraizadas en la prevalencia de las identificaciones, así como de la conciencia política, formadas por una cultura política (Álvarez, Dagnino y Escobar, 2001) compuesta de significados colectivos y representaciones que van y vienen en ejes de subjetividad, pero logran contenerse para ir en favor de procesos sociales mediante símbolos como la protesta (Archila, 2004) ante un estado que reclaman debe ser democrático. Por lo que estos son embargues de agencias de todos los sectores que reclaman la alteridad de las representaciones sociales idealizadas y esparcidas entre las gentes como preceptos o verdades que benefician a unos cuantos y marginan a muchos.
Estas sensaciones me recordaban mis días de lucha académica en la Universidad Nacional cuando pensaba que la escritura era uno de los medios por los cuales podía contribuir con los movimientos y agencias feministas de la ciudad, donde comprendía que las redes sociales entre hermanas perpetraban no solo en la sororidad de nosotras mismas, sino también que haría tambalear las estructuras de los académicos de mi Facultad. A pesar de nuestros esfuerzos en el Semillero de Historia, Género y Política liderado por la historiadora Ruth López Osiera fue difícil traspasar las barreras académicas de la misma, pues éramos consideramos como los nuevos subalternos, pero ¿Qué es en realidad la subalternidad? Esta pregunta apenas puedo resolverla ahora tras leer y comprender verdaderamente como piensa un académico que busca vislumbras los matices de un sujeto al que se considera como tal en un proceso histórico.
Es por esto que en este corto ensayo pretendo hacer énfasis en la importancia de la subalternidad como base para muchos de las investigaciones históricas sobre todo desde el punto de vista de las mujeres negras. Para esto comienzo con referir a la discusión que inicia en los años noventa del siglo pasado, cuando desde Estados Unidos se consolida un movimiento bajo el nombre de Estudios Subalternos Latinoamericanos compuesto por estadounidenses y algunos latinoamericanos residentes de este país que declaraban hacer parte de un movimiento que consolidaba la visión del subalterno para América Latina, sin embargo tiempo después la historiadora Florencia Mallon en 1995 hace una tremenda critica en su ponencia titulada “Promesa y dilema de los Estudios subalternos: perspectivas a partir de la historia latinoamericana” donde expone que las consideraciones de este grupo subvaloraban la forma subalterna expuesta originalmente por el historiador Guha, quien inaugura desde la India el movimiento subalterno original, basado en los preceptos de Antonio Gramsci quien desde la prisión en Italia redacta los Cuadernos desde la cárcel en el cual hace énfasis en la importancia de reconocer la subjetividad de la clase obrera, a la cual el llamó como los subalternos.
Para Gramsci, las clases obreras se gozaban de autonomía de pensamiento lo cual los hacía vivir en la alteridad dentro de la dominación de las otra clases, por lo que esa subjetividad los hacia subalternos y conscientes de que se podía tener una reflexión teórica propia ante la relación del dominante y sus estructuras de poder, por lo que según Modonesi (2012) “el concepto de subalternidad se construye por ende tratando de entender tanto una subjetividad determinada como su potencial transformación por medio de la conciencia y la acción política” (p.5). Por lo que la experiencia del propio subalterno esta en entender que existe una imposición y que esta se asume como subordinación, es decir que se asimilan las empresas dominantes arremetidas en valores, costumbres y políticas, pero se tiene y se asumen una postura crítica frente a la acción. Es a partir de esta reflexión donde Ranajit Guha en la década de 1980 funda el Grupo de Estudios Subalternos en la India, primero con la intención de descolonizar el saber y la historia desde afuera escrita “sobre” para centrarse en el “desde”2, y segundo como una forma de visualizar los sujetos históricos.
Estos primeros trabajos de Guha y del grupo original de subalterno inspiraron el desarrollo de muchos trabajas a nivel mundial, sobre todo en América Latina esta postura fue tomada por algunos investigadores, sin embargo, Mallon mencionaba que el grupo de latinoamericanos no lograba tener del todo la perspectiva de Guha. Cuestión arremetida por autores como Rivera y Barragán (1997) y Bustos (2002) quienes consideraban que, si bien estos trabajos apenas se estaban conociendo, no tenía por qué dejarse de lado trabajos de historia social como los del sociólogo Pablo Gonzáles Casanovas (1963) y su teoría del colonialismo interno en la década de los sesenta, así como los desarrollados por el historiador Alberto Flores Galindo (1984, 1986) y el sociólogo René Zavaleta (1967, 1970, 1974, 1983), el historiador Germán Colmenares (1983) y posteriormente historiadores como Jaime Jaramillo Uribe (1963, 1969), los cuales dieron paso a la consolidación de nuevas formas de ver y entender la historia, no sólo desde la historia de los héroes, sino desde las gentes y comunidades que se consideraban, dentro de este tipo de historia, habían sido invisibilizadas ante la investigación y narración de grandes hechos que hacían parte de las lectura de los latinoamericanos. Por lo que esta crítica es definitiva ante Mallon, una historiadora que, según Bustos, termina siendo omnisciente y omnipresente en los sujetos que ella consideraba podían ser subalternizables.
De este modo, lecturas como las de Rivera y Barragán (1997) dieron las primeras luces para el desarrollo de los nuevos latinoamericanistas que, por fin3, podían acercarse de forma mas precisa a los fundamentos teóricos propuestos por el grupo original que buscaban más que ver una opresión en los sujetos que se consideraban como invisibilizados, comprender las prospecciones, sensaciones y sentires de estos como grupos humanos que de forma inmediata saben que se encuentran dentro de estructuras de poder dominantes, donde no se pierde de vista la visión del dominante, sino que sea crea un entrelazamiento desde la mirada del oprimido. Por lo que, según estas autoras, no se busca la justicia histórica, sino resaltar le carácter histórico de estos sujetos dentro de los procesos considerados como parte de la historia de una nación. Por lo que estas sugerían hacía 1995 que se tomara como ejemplo para el pueblo latinoamericano, tanto cívico como académico, no como “borrón y cuenta nueva” frente a los procesos históricos, sino como una reflexión donde se den preguntas y respuestas dentro de un contexto sociales dejando de lado el empobrecido y fragmentado debate latinoamericano, comprendiendo el debates históricos, sus realidades, discontinuidades y uniones entre las clases, brindando “un diálogo más horizontal entre historiadores/as del Sur, tanto como entre nosotros/os mismos/as” (Rivera y Barragán, 1997, p.19).
A partir de esto, en Colombia comenzaron nuevos trabajos desde las ciencias sociales que, desde el ala decolonial, buscaban hacer visibles los sujetos que habían sido invisibilizados en sus procesos cívicos en relación al Estado. Desde el ámbito de los estudios negros, específicamente desde las mujeres como sujetas de la historia, se ha buscado narrar procesos históricos donde las mujeres lograron insertarse dentro de las dinámicas de la época, teniendo en cuenta sus posiciones sociales y raciales, para lograr cambios sustanciales desde su perspectiva y dentro de las dinamcias de poder en las que estaban insertadas. Uno de los trabajos que más logro destacar dentro de esta línea es del desarrollado por la historiadora María Eugenia Chávez (1998, 2015) quien ha realizado diversas investigaciones desde el punto de vista decolonial, abordando temáticas sobre la creación de la distinción de alteridad en la colonia desde el punto de vista relacional de los esclavos en los procesos de esclavización y posterior reclamación mediante la participación política por su libertad, enfocándose en la participación de las mujeres esclavas en la reclamación de su libertad mediante aspectos jurídicos sobre todo en la zona antioqueña (Chávez, 1998).
En su trabajo sobre la mujer esclava y sus estrategias de libertad, la historiadora nos cuenta la historia de María Chiquinquirá, una esclava litigante que tras sus argumentaciones ante el tribunal hacia finales del siglo XVIII pelear su libertad, demostrando como en este caso, el historiador logra comprender el contexto del sujeto analizado, sin perder de vista su reflexión interna, además de los avatares jurídicos de la sociedad a la que pertenecía. Un claro ejemplo de un trabajo histórico subalterno. Así mismo, en su trabajo “Los usos de las leyes de libertad de vientres de 1814 y 1821 entre los esclavos antioqueños” Chávez (2019) demarca la lucha de una mujer esclava, entendiendo su posición de clase y raza, cambia el rumbo y la forma en cómo se da dio gradualmente el proceso de abolición a partir de sus hijos.
Así mismo, desde la costa atlántica, trabajos como los desarrollados por la historiadora Maya (2002), que siguiendo a Friedmann y Espinosa (1995) que reiteraban la escasez de análisis de las mujeres negras en todos sus roles de participación, expone el caso de Paula de Eguiluz una mujer negra que fue acusada de brujería durante el siglo XVII en Cartagena de Indias, pero que, en realidad hacia uso del arte del buen querer, es decir servicio de magia amorosa; esta mujer puso en entredicho “el papel de la sexualidad en los procesos de repersonalización y resocialización de la gente africana” (p.110) en esta región, logrando comprender el papel de estas mujeres desde sus tradiciones y destacando el papel de las diversas instituciones coloniales como entidades de poder. Sin embargo, en el campo del estudio de mujeres negras desde este lado del océano los trabajos de enfoque decolonial se han enfocado sobre todo en entender como ha sido la participación de las mujeres como sujetas en movimiento que son activas y que han logrado consolidar sus propios movimeintos, no como entidades sueltas o aisladas del estado, sino como grupos y agencias orgzanizafas que buscan articularse en las dinámicas territoriales, sociales y políticas. Pues como explica Paschel (2018)Las mujeres fueron figuras mucho más visibles en las organizaciones afrodescendientes fundadas en América Latina durante la década de los setenta, como es el caso de Delia Zapata y Lélia Gonzalez. Sin embargo, las fisuras en torno del tema del género dentro de estos movimientos se volvieron evidentes en la década de los ochenta, cuando las mujeres de América Latina comenzaron a hacer públicas las críticas al sistema patriarcal de los movimientos afrodescendientes y de la sociedad en su conjunto (Alvarez, 1990; Caldwell, 2007). Algunas las planteaban desde adentro de las organizaciones afrodescendientes mixtas; otras, hartas de las formas manifiestas y sutiles de sexismo de las organizaciones dominadas por los hombres, comenzaron a formar organizaciones de mujeres o feministas afrodescendientes (Caldwell, 2007; Paschel y Sawyer, 2008; Andrews, 2010). Organizarse por separado les daba la posibilidad de asumir posiciones de liderazgo que no podían ocupar en las organizaciones dominadas por los hombres (p.291).
Dentro de estos trabajos de corte decolonial se destacan las investigaciones de la antropóloga Ochy Curiel (2007a, 2007b, 2009) hace una amplia crítica a las jerarquías racializadoras que se han constituido desde la colonización sobre todo en el cuerpo de las mujeres afrodescendientes, especialmente en las afrocaribeñas, por lo que propone la descolonización política, una especie de “Cimarronaje” intelectual, de prácticas sociales y de la construcción de pensamiento propio de acuerdo a experiencias concretas. Se trata del cuestionamiento del sujeto único, al eurocentrismo, al occidentalismo, a la colonialidad del poder, al tiempo que reconoce propuestas como la hibridación, la polisemia, el pensamiento otro, subalterno y fronterizo” (Curiel, 2009, p.3). Es decir, reconocerse, entenderse y verse en un mundo estructuralmente organizado, pero donde se pueden hacer visibles las propias necesidades y pensar un horizonte o una cultura política. Y, es que esto es algo que según Hernández (2018) ha sucedido desde la Colonia, pues las mujeres esclavas estuvieron situadas entre las acciones legales e ilegales ya que idearon formas de resistencia mediante el aparato jurídico buscando establecer tratos de libertad para ellas y sus hijos.
En conclusión, estos estudios muestran entonces como las mujeres negras eran sujetas fundadoras de redes sociales y legales donde, dentro de contextos antiesclavistas, lograron en consonancia con las ideas de la abolición de la trata de esclavos la consolidación de la ley de libertad de vientres en 1821, así como fueron pilares importantes en la participación de caminos como el cimarronaje dado ciudades como Cartagena a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, y que desembocó en la fundación de palenques como el Palenque de San Basilio, es decir en procesos no formales, logrando ser sujetas subalternas dentro de los procesos de dominación, ya fuese dentro de los ámbitos legales, así como de los ilegales, pero que lograron permear las formas y procesos del poder. Muchos académicos detentan de estas ideas y todavía se preguntan si es o no precisos abordar sujetos históricos como si se estuviesen tomando con pinzas en el proceso de la historia, y creo que no es así, mas bien lo que buscan estos trabajos es narra la historia desde la vida de otros sujetos, sujetos comunes que pueden hablar, que comunican expresan, tampoco que cambian de forma drástica las costumbres, aunque si sucede, pero que son “agente de la construcción de su identidad que participa, bajo determinadas condiciones dentro de un campo de relaciones de poder, de la organización de una posicionalidad y subjetividad múltiple” (Coronil, 1994, citado por Bustos, 2002, p.12). Es decir, que tienen conciencia propia y del mundo que los rodea y que a partir de allí buscan mejorar la forma en la que viven y se relacionan con los que los rodean, buscando siempre satisfacer necesidades y procurar por seguir sus ideales sin desmitificar las ramas de estado, sino consensuando con el mismo y generando un aparato de sensibilidades donde reconozcan sus aspectos materiales y espirituales que componen lo son.
Referencias
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